© Robert & Shana ParkeHarrison.













jueves, 23 de diciembre de 2010

Björk - It's Oh So Quiet

Eduardo Galeano - La pequeña muerte

No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.

Eduardo Galeano
El libro de los abrazos

 © Brasaï

lunes, 15 de noviembre de 2010

Janis Joplin - Maybe

Milán Kundera - Las cartas perdidas

Según mis cálculos, se bautizan en el mundo uno, dos o tres personajes imaginarios por segundo. Por eso tengo siempre ciertos reparos a integrarme en esa masa inconmesurable de san juanes bautistas. Pero qué he de hacer, de alguna manera tengo que llamarles. Para que esta vez quede claro que mi heroína me pertenece a mí y a nadie más (estoy más ligado a ella que a ninguna otra persona) le pongo un nombre que nunca ha llevado ninguna otra mujer: Tamina. Me la imagino hermosa, alta; aún no ha cumplido los cuarenta años y nació en Praga.
La veo andando por una calle de una ciudad de provincias en Europa Occidental. Efectivamente, su observación es acertada: a Praga, que está lejos, la llamo por su nombre, mientras que a la ciudad en la que ahora transcurre mi historia la dejo en el anonimato. Esta va en contra de todas las reglas de la perspectiva, pero no tienen ustedes más remedio que aceptarlo.
Tamina trabaja de camarera en una taberna que es propiedad de un matrimonio. Ganaban tan poco que el marido se buscó algún empleo y le confió a ella el puesto vacante. La diferencia entre el miserable salario del propietario en su nuevo puesto de trabajo y el salario aún más miserable que le dan a Tamina constituye la pequeña ganancia del matrimonio.
Tamina sirve café y el calvados a los clientes (no son muchos, la taberna está sistemáticamente semivacía) y vuelve a situarse tras la barra del bar. En la banqueta del bar casi siempre hay alguien que quiere charlar con ella. Todos la quieren. Y es que Tamina sabe escuchar lo que la gente le cuenta.
¿Pero escucha de verdad? ¿O sólo mira atentamente y en silencio? No lo sé y ni siquiera es tan importante. Lo importante es que no les interrumpe. Ya saben ustedes lo que ocurre cuando dos personas están charlando. Uno habla y el otro le interrumpe. Eso es lo mismo que que me pasa a mí, yo... y comienza a hablar de sí mismo hasta que el otro no logre de nuevo decir: eso es lo mismo que me pasa a mí, yo...
La frase eso es lo mismo que me pasa a mí, yo... parece como si continuase los pensamientos del otro, como si entrelazase con ellos dándoles la razón, pero eso es falso: en realidad se trata de una rebelión brutal contra una brutal violencia, de un intento de liberar de la exclavitud la propia oreja y ocupar por la fuerza la oreja del contrario. Porque toda la vida del hombre entre la gente no es más que una lucha por la oreja ajena. Todo el secreto de la simpatía que despierta Tamina consiste en que no desea hablar de sí misma. Acepta a los ocupantes de su oreja sin resistencia y nunca dice: eso es lo mismo que me pasa a mí, yo...

Milán Kundera
El libro de la risa y el olvido

 © Harry Callahan

viernes, 29 de octubre de 2010

Eva Cassidy - Time After Time

Miguel Hernández - Un hogar en el árbol (cuento inédito).

Un día Nita vio un nido en el árbol, que había junto a su ventana.
-¡Toñito! -dijo a su hermano-. Se ve un nido en el árbol. Y dentro hay huevos. Uno, dos, tres, ¡cuatro huevos!
En esto, vino un pájaro loco al árbol, se fue derecho al nido y se sentó sobre los huevos. 
¡Mira, mira! -dijo Toñito-. Hay un pájaro. Es el pájaro madre.
-¡Sí! -dijo Nita-. Yo veo al pájaro padre también. ¡Qué feliz es!
Una mañana Toñito dijo: "Ven conmigo, Nita, mira el nido ahora".
Nita miró el nido. Adivina qué vio dentro.
-¡Ooooooh! -dijo la niña-. Uno, dos, tres, ¡cuatro pájaros pequeñitos! ¡Qué graciosos pájaros tan pequeñitos!
Pronto los pajaritos se hicieron grandes. Y querían volar.
-Mira -dijo uno de ellos a los otros- Yo puedo volar. ¿Queréir verme volar? ¡Hop, hop, hop! Y el pajarito que quería volar cayó en tierra al intentarlo.
Vino el pájaro madre. Y también el pájaro padre.
Ellos no podían ayudar a su hijito que se les había escapado del nido.
Pero Nita lo cogió al pie del árbol.
-¡Ven aquí, Toñito! -dijo la niña-. Este pequeñito cayó del nido. Nosotros debemos ayudarle.
Tomó Toñito el pequeño pájaro, subió con él delicadamente sobre el árbol y lo puso dentro del nido.
Un día el pájaro padre dijo:
-¡Venid, venid, venid, hijitos míos, pajarillos de mi corazón! Ahora ya podéis volar. ¡Volad, volad conmigo!
El pájaro madre también dijo:
-¡Volad, niñitos míos y del aire! ¡Volad, volad conmigo!
Y los cuatro pajarillos echaron a volar. Y el pájaro padre iba delante. Y el pájaro madre iba detrás.
Nita y Toñito les despidieron gritando:
Hasta la vuelta, pequeñuelos, no os vayáis a perder en las estrellas de los cielos. Venid siempre al atardecer.

Miguel Hernández



(Manuscrito del cuento)

lunes, 25 de octubre de 2010

Louis Armstrong - La vie en rose

J.A. Valente - Hay una leve luz caída

Hay una leve luz caída
entre las hojas de la tarde.
Dame
tu mano y cruza
de puntillas conmigo
para nunca pisarla,
para no arder tan tenue
en sus dormidas brasas
y consumirte lenta
en el perfil del aire.

J.A. Valente. Octubre

© Sally Mann

viernes, 15 de octubre de 2010

Martial Solal - New York Herald Tribune

Mario Benedetti - Como siempre

Aunque hoy cumplas
trescientos treinta y seis meses
la matusalénica edad no se te nota cuando
en el instante en que vencen los crueles
entrás a averiguar la alegría del mundo
y mucho menos todavía se te nota
cuando volás gaviotamente sobre las fobias
o desarbolás los nudosos rencores

buena edad para cambiar estatutos y horóscopos
para que tu manantial mane amor sin miseria
para que te enfrentes al espejo que exige
y pienses que estás linda
                                                   y estés linda

casi no vale la pena desearte júbilos y lealtades
ya que te van a rodear como ángeles o veleros

es obvio y comprensible
que las manzanas y los jazmines
y los cuidadores de autos y los ciclistas
y las hijas de los villeros
y los cachorros extraviados
y los bichitos de San Antonio
y las cajas de fósforo
te consideren una de los suyos

de modo que desearte un feliz cumpleaños
podría ser tan injusto con tus felices
                                                                          cumpledías
acordate de esta ley de tu vida
si hace algún tiempo fuiste desgraciada
eso también ayuda a que hoy se afirme
tu bienaventuranza

de todos modos para vos no es novedad
que el mundo
                             y yo
                                   te queremos de veras
pero yo siempre un poquito más que el mundo.

M. Benedetti

(A Bout De Souffle)

jueves, 14 de octubre de 2010

Bill Withers - Ain't No Sunshine

O. Girondo - Comunión plegaria

Los nervios se me adhieren
al barro, a las paredes,
abrazan los ramajes,
penetran en la tierra,
se esparcen por el aire,
hasta alcanzar el cielo.

El mármol, los caballos
tienen mis propias venas.
Cualquier dolor lastima
mi carne, mi esqueleto.
¡Las veces que me he muerto
al ver matar un toro!

Si diviso una nube
debo emprender el vuelo.
Si una mujer se acuesta
yo me acuesto con ella.
Cuántas veces me he dicho:
¿Seré yo esa piedra?

Nunca sigo un cadáver
sin quedarme a su lado.
Cuando ponen un huevo,
yo también cacareo.
Basta que alguien me piense
para ser un recuerdo.

O. Girondo



© Roy DeCarava

lunes, 11 de octubre de 2010

Miles Davis - Blue in Green

Mario Benedetti - No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

Mario Benedetti



© Dorothea Lange

viernes, 8 de octubre de 2010

Rod Stewart - I wish you love

A. Gala - Papeles de agua

Miro hacia atrás y veo que me ha rodeado siempre una cerca encrespada de vidrios rotos y de cristales puntiagudos. ¿Quién me encerró con ella? ¿Quién podría saltarla sin desangrarse? Ni un solo momento de mi vida puedo considerarlo feliz. Ni siquiera cuando he tratado de engañarme. Todo lo que me importaba se me ha acercado sólo para decirme adiós.

A. Gala



© Tony Frisell

jueves, 7 de octubre de 2010

Casablanca - As time goes by

L. Rohe - Letras

Mi trabajo consiste en idear palabras. Es un trabajo muy complicado pues en la época en la que vivimos ya está prácticamente todo inventado. Veo letras por todas partes, se cuelan por doquier… y no me dejan descansar jamás.
Hay veces en que mientras espero en un semáforo las veo balancearse desde la luz verde hasta la ámbar; risueñas, traviesas y juguetonas, haciéndome sentir estupefacto, como si estuviera en el jardín del Olimpo escuchando cánticos de diosas.
Las adivino cariñosas, amistosas, buscando siempre el contacto físico, amándose entre ellas para concebir nuevas palabras. Las hay también caprichosas, sobre todo las “eses” que se empeñan en colarse indebidamente al final de algunos verbos. Pocas veces las he visto enfadadas. No quiero recordar una ocasión en la que me vi enredado en medio de una discusión entre la “c” y la “s” ni mencionar la eterna rivalidad que existe entre la “b” y la “v” que me obliga, siempre, a cruzar de acera si me encuentro con alguna por el camino.
Intento pasar inadvertido. Las observo y estudio con mucho detenimiento. En silencio, veo sus reacciones, identifico sus preferencias, para luego, con mucho tacto, ayudarlas a superar sus conflictos, unirlas y formar nuevas familias y comunidades. Soy una especie de psicólogo o mediador de letras.

L. Rohe


lunes, 4 de octubre de 2010

Erik Satie - Gymnopédie Nº.1

Julio Cortázar - Los amantes

¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.

Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.

Julio Cortázar



© Willy Ronis

domingo, 3 de octubre de 2010

Nat King Cole - Stardust

Oliverio Girondo - Espera

Esperaba,
esperaba
y todavía
y siempre
esperando,
esperando
con todas las arterias,
con el sacro,
el cansancio,
la esperanza,
la médula;
distendido,
exaltado,
apurando la espera,
por vocación,
por vicio,
sin desmayo,
ni tregua.

¿Para qué extenuarme en alumbrar recuerdos
que son pura ceniza?
Por muy lejos que mire:
la espera ya es conmigo,
y yo estoy con la espera...
escuchando sus ecos,
asomado al paisaje de sus falsas ventanas,
descendiendo sus huecas escaleras de herrumbre,
ante sus chimeneas,
sus muros desolados,
sus rítmicas goteras,
esperando,
esperando,
entregado a esa espera
interminable,
absurda,
voraz,
desesperada.

Sólo yo...
¡Sí!
Yo sólo
sé hasta dónde he esperado,
qué ráfagas de espera arrasaron mis nervios;
con qué ardor,
y qué fiebre
esperé
esperaba,
cada vez con más ansias
de esperar y de espera.


¡Ah! El hartazgo y el hambre de seguir esperando,
de no apartar un gesto de esa espera insaciable,
de vivirla en mis venas,
y respirar en ella
la realidad,
el sueño,
el olvido,
el recuerdo;
sin importarme nada,
no saber qué esperaba:
¡siempre haberlo ignorado!
cada vez más resuelto a prolongar la espera,
y a esperar,
y esperar,
y seguir esperando
con tal de no acercarme
a la aridez inerte,
a la desesperanza
de no esperar ya nada;
de no poder, siquiera,
continuar esperando.

Oliverio Girondo.



© Willy Ronis

John Powell - Kisses and cake

A. Pérez Reverte - El capitán Alatriste

No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente.

A. Pérez Reverte
El capitán Alatriste.




© Rodney Smith

jueves, 30 de septiembre de 2010

Yann Tiersen - Comptine d´un autre été: l´après midi

J. A. Valente - El adiós

Entró y se inclinó hasta besarla
porque de ella recibía la fuerza.

(La mujer lo miraba sin respuesta)

Había un espejo humedecido
que imitaba la vida vagamente.                                    
Se apretó la corbata,
el corazón,
sorbió un café desvanecido y turbio,
explicó sus proyectos
para hoy,                                                                  
sus sueños para ayer 
y sus deseos para nunca jamás.

(Ella lo contemplaba silenciosa)

Habló de nuevo. 
Recordó la lucha de tantos días
y el amor pasado. 
La vida es algo inesperado, dijo 
(más frágiles que nunca sus palabras).
Al fin calló con el silencio de ella,
se acercó hasta sus labios
y lloró simplemente 
sobre aquellos labios
ya para siempre sin respuesta.

J. A. Valente

© Duane Michals.

Judy Garland - Smile

Julio Cortázar - Toco tu boca

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar. Rayuela.


Erik Satie - Gnossienne nº. 1